Si tuviera que contar como llegué a trabajar conectando día a día mi vocación por la psicología con el mundo del diseño, sin duda tendría que partir mencionando mi intensa curiosidad y la total falta de planificación de los acontecimientos que me llevaron a él.

Lo cierto es que siempre me llamó la atención la manera en que las personas se sienten identificadas, reflejadas y/o interpretadas por los estímulos del entorno: la naturaleza, los deportes, las profesiones, los lugares de esparcimiento y trabajo, las marcas, los productos e, incluso, los servicios.

A partir de aquel reconocimiento y principalmente desde la intuición, es que fui reconociendo aquellos elementos que permiten dar significado, valor y sentido a aquellas relaciones que establecemos cotidianamente con nuestro entorno.

Sin embargo, fue luego de algunos años trabajando en la industria de la investigación social de mercado que pude Re-conocer al diseño como un medio para la integración y la articulación de las dos disciplinas y sus diferentes componentes, como la empatía, la asertividad, la capacidad de planificación, colaboración y, sobre todo, de aprender a equivocarse rápido y barato.

A través del diseño de servicios y experiencias, ámbito que hemos impulsado con toda nuestra pasión y conocimiento desde Procorp, tuve la gran oportunidad de encontrar un lugar de convergencia multidisciplinaria que marcó un antes y un después en mi desarrollo profesional y personal. Ya son cerca de 10 años en los que, interactuando con diversas instituciones y marcas tanto en Chile como en Latinoamérica, he podido apreciar algunas condiciones para potenciar la integración de estas disciplinas que me gustaría compartir en este espacio.

Para ilustrar esto, citaré un diálogo que se me presenta recurrentemente en el ejercicio de consultoría en diseño de servicios y experiencias con diferentes actores tanto del mundo público como privado:

 

– ¿Cuál es tu profesión?

– Psicólogo.

– Ah, ¿pero entonces no ejerces como psicólogo?

 

A partir de este simple diálogo he podido reflexionar sobre la importancia de reconocer el valor de la interdisciplinariedad y que, en parte, ayuda a comprender por qué muchas veces nos cuesta reconocer vínculos tan potentes como el existente entre la psicología y el diseño.

  1. Muchas veces, cuando exponemos nuestra profesión, por ejemplo, en un proceso de consultoría, nos enfrentamos a ser evaluados desde supuestos. Interactuamos con el otro desde lo que nuestra realidad más próxima nos permite percibir, y no logramos dimensionar las oportunidades de desafiar esos límites iniciales. En simple, entender el complemento entre psicología y diseño es, básicamente, visualizar diferentes niveles o perspectivas de una misma realidad, potenciando la capacidad de reconocer al otro (cliente, usuario) y generar empatía, hasta la capacidad de impulsar la colaboración para buscar las mejores soluciones a los problemas realmente relevantes.
  2. Atreverse a no saber, a darse cuenta de las potencialidades que subyacen a la interacción entre la psicología (intersubjetividad) y el diseño (pensamiento y respuesta creativa). En la relación de consultoría con diferentes empresas y organizaciones de distintas industrias y categorías, es común encontrarse con liderazgos que, tal vez sin darse cuenta, utilizan un discurso cargado de deseabilidad social respecto al desarrollo de la innovación y a la creatividad, pero con un débil correlato en las acciones de los colaboradores en el día a día de su trabajo. Por eso, cuando decimos que se debe poner a la persona al centro, no podemos tomarlo solo como una declaración y debemos llevarlo al ámbito de la convicción; para esto es fundamental que esta sea creada desde el sentido y desde el genuino deseo de generar un comportamiento que represente e identifique a las personas que interactúan, por ejemplo, con un servicio.
  3.  Entender la interdisciplina desde un paradigma “antidisciplinario”. Muy en línea con lo que se conoce desde la teoría de la Gestalt, el todo es más importante que las partes. Así, lo que producen diferentes disciplinas en conjunto es exponencialmente más potente que lo que puede hacer cada una por separado. Desde esta conexión, se establecen principios generativos, que resguardan los aportes que cada área puede aportar y la búsqueda de nuevas conexiones, ojalá, las más improbables posibles. Bajo esta forma de comprender la integración disciplinar es que también aplicamos en conjunto la manera en que queremos auto percibirnos. En lo personal, tengo claridad de que cada día tendemos la posibilidad de ser un poco lo que queramos ser.

 

Además de lo que se colige desde la pregunta por el ejercicio de la psicología en conexión con el diseño, hay una segunda situación contexto que también me ha llamado la atención, y es el uso, apropiación y valor que ha desarrollado el design thinking.

Desde mi óptica, proveniente de las ciencias sociales, en cuanto ciencia vinculada al estudio humano, me he visto relacionado con este enfoque durante mucho tiempo, y sobre todo me ha tocado ver cómo se ha transformado en una herramienta de cambio cultural en diferentes espacios y, en particular, de mayor conexión entre diferentes disciplinas y/o profesiones, a partir de la colaboración entre persona de diferentes especialidades.

Entender que existe un pensamiento ligado al diseño implica, primero, reconocer que nuestros pensamientos están determinados por lo que sentimos y, en segundo lugar, que sentimos porque percibimos, es decir, el diseño permite poner nuestras diferentes “psicologías” en juego y sacar el máximo provecho a su integración, cosa que sería muy difícil de lograr sin un lenguaje y un comportamiento compartido entre disciplinas.

Con todo, más que decretar que la psicología del diseño es una rama de la psicología, o que el design thinking es algo exclusivo y excluyente del diseño, me gustaría proponer una mirada más sistémica y por tanto también más humilde.

Cuando no nos encasillamos, cuando buscamos desde la real curiosidad por descubrir, por saber, comprender y ayudar a otros, es cuando podemos generar valor desde los legítimos intereses y saberes personales. No se trata de que el otro (cliente, colaborador, proveedor o usuario) haga lo que yo quiero que haga, sino que, de desarrollar la capacidad de ser cada vez más sensibles, empáticos y asertivos, tres elementos que la psicología lleva años trabajando y que viven en la realidad diaria del “pensamiento de diseño” aplicado.

 

Diego Labarca R.
Socio Director

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